Pensé mucho en como iniciar mi participación en este blog, como abogado y disruptivo pensador, creo que solo hay una oportunidad para dar la primera impresión y, espero mantenerlos interesados en el futuro, para continuar compartiendo este espacio de pensamiento.
Considero que es una excelente oportunidad de compartir mis opiniones, con las cuales trazaré una primera línea crítica frente a la realidad a la que se enfrentan las nuevas generaciones de abogados, al menos, en Colombia y, con seguridad en otros países de Latinoamérica, y como verán, se sentirán identificados con lo que les presento a continuación.
Contents
3 preguntas fundamentales
- ¿Cuál es la oferta de valor que ofrecen nuestras escuelas o facultades de derecho, en las universidades?
- ¿Con qué ideas se está cautivando a los jóvenes bachilleres que en búsqueda de su “mayoría de edad” deciden su futuro profesional al estudiar derecho?
- ¿Estamos preparando abogados aptos y competitivos, de acuerdo con las nuevas realidades?
Esas tres y muchas otras preguntas nos podrían surgir, pero lo más seguro es que si nos dirigimos al área de mercadeo de las principales universidades del país, veremos que la oferta de valor es casi la misma. Unas se diferenciarán de las otras en temas de prestigio, promesas de networking, antecedentes de sus principales egresados, etc., pero donde si coinciden las diez más importantes facultades de derecho es que, en todas ellas, dentro de su pénsum oficial, los estudiantes no estudiarán materias relacionadas con: legaltech, newlaw, nuevas tecnologías aplicadas al derecho, procedimiento digital, audiencias y justicia digital, expediente digital, uso de plataformas tecnológicas, etc.
Los futuros abogados
Nuestros futuros abogados pasan por la universidad sin saber quién es Richard Susskind y muchos otros autores, ellos desde hace al menos una década vienen advirtiendo que si no cambiamos, si no nos renovamos, si no somos capaces de brindar nuevos y mejores servicios, conforme a los requerimientos tecnológicos del presente y el futuro, seremos remplazados, pues, una gran parte de nuestros servicios podrán prestarse de forma disruptiva por la tecnología, como la inteligencia artificial (AI), la cual no requerirá de nuestras capacidades o conocimientos.
Los abogados que ejercemos en la actualidad, unos con más y otros con menos experiencia, nos hemos enfrentado a cambios trascendentales sobre la marcha.
Con seguridad esos cambios nos han implicado esfuerzos académicos, ingentes costos monetarios y lo más importante, la inversión de un tiempo, que de otra manera habría sido libre; para así poder adaptar nuestro modelo de negocio a las nuevas necesidades y requerimientos, ineludibles en el ejercicio de la profesión en la cuarta revolución industrial, post-Covid19.
Educando con un pie en el pasado
Entonces, ¿no sería conveniente, para el futuro de nuestra profesión, educar a los nuevos abogados, en materias complementarias? ¿Por qué les seguimos vendiendo a los nuevos abogados un futuro con un pie en el pasado? Creo fielmente que, a pesar de estar en mora de cambiar, aún podemos hacerlo.
En lo personal, tengo la fortuna de que mi hijo mayor avanza en sus primeros años en la facultad de derecho, en una de las mejores escuelas de derecho del país; veo su proyección y en él imagino la de sus compañeros y futuros colegas. Me doy a la tarea de comprender esa nueva forma de ver el mundo, esa que ellos tienen tan arraigada por haber crecido de la mano de la tecnología – aquella tecnología, que los de mi generación y generaciones anteriores, no tuvimos – y, cuando analizo ese panorama, tengo plena certeza de que, unido al conocimiento adquirido por esos estudiantes y futuros abogados en bienes, obligaciones, constitucional, societario, laboral, etc., deberían estar complementando sus estudios, con aptitudes tales como: llevar un expediente digital, arrimar una prueba a una diligencia de manera virtual, atender al cliente en la virtualidad generando nuevas y mejores experiencias, en aprender cómo serán las nuevas técnicas de negociación y, cómo deberían delegar en la inteligencia artificial y en otras herramientas tecnológicas muchas tareas mecánicas o cotidianas, para lograr ser más eficientes y así, dedicarse a lo importante, es decir, a la creación de ideas y pensamientos, con los cuales se destacarán en una u otra área del derecho.
Esta reflexión, no es solo una crítica a nuestro modelo educativo, es una alerta temprana para hacer un alto en el camino y modificar el rumbo.
Un llamado a las facultades y escuelas de derecho
Estamos a tiempo de formar los abogados del futuro; lo creo con firmeza. Este es un llamado de atención a los estudiantes para que sean más inquisitivos y curiosos con lo que están aprendiendo, para que exijan su derecho a conocer cual es el futuro que les depara la profesión y, a su vez, es un llamado cordial a las facultades y escuelas de derecho, para que modifiquen el pénsum académico y con esto, formen juristas preparados para solventar de manera eficiente las necesidades que les presentarán sus clientes.
Si logramos ese cambio, esos nuevos abogados estarán preparados de forma integral y deberían así entender cómo asesorar los diferentes negocios que depara el proceder del mundo o, cómo se enfrentarán a los procesos judiciales en un entorno demandante de creatividad, propio de esta nueva y cambiante era digital.
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