En el artículo anterior, analizamos cómo era probable que frente a los efectos de la pandemia, se retomaran con más fuerza los procesos de integración y fusión entre firmas legales.
Es entendible que cuando se explora la idea de integrarse con otro estudio emerjan temores entre los socios. Es natural que se produzca, debido a que una integración involucra ceder espacios de poder y en cierto grado afectar el sentido original de una firma que se ha formado con esfuerzo y dedicación.
Este temor puede ser superado sosteniendo relaciones de confianza y franqueza que incluyan la expresión de esos temores, buscando encontrar (en conjunto) caminos que demuestren que el valor de la integración es superior a los temores que se presentan.
Para lograr una integración, es conveniente salvar ciertas barreras presentes en estos procesos y que se pueden resumir en lo siguiente:
Todos los procesos de integración revisten distintas complejidades, algunos por el tamaño de cada firma, otros por la cantidad de socios, otros por la cobertura de áreas de práctica y su diversidad, por nombrar algunas singularidades.
Sin embargo, a partir de experiencias que me ha tocado desarrollar o conocer -tanto de procesos exitosos, como aquellos que no han logrado sobrevivir en el tiempo-, he podido reconocer algunas líneas estratégicas que aumentan la probabilidad de éxito:
El proceso gradual mencionado anteriormente (punto 4 del listado) significa establecer grados de integración que deben analizarse caso a caso, pudiendo avanzar progresivamente hacia una incorporación como socios formal.
Sin embargo, para cada fase mencionada (integración financiera, integración de la administración, integración comercial, integración profesional, integración societaria e integración física/cohabitación), es necesario analizar cada uno de estos componentes para buscar la mejor alternativa. Dependerá esencialmente de los tamaños relativos de cada firma, posicionamiento de marca, áreas de práctica, viabilidad efectiva de la integración, por mencionar algunos aspectos. De este análisis se desprende que cada proceso de integración es diferente y su diseño, por lo tanto, diverso.
Es conveniente reconocer que detrás de cada firma legal existe una natural valoración al esfuerzo, sacrificios y dedicación de un pequeño grupo de personas (a veces una persona, en particular) que ha permitido el desarrollo de esta a lo largo del tiempo. Sin embargo, un proceso de integración significa entender que el reconocimiento a la historia de cada parte no debe ser una traba al desarrollo conjunto. Para ello, cada firma deberá hacer un ejercicio de valoración de la otra parte, junto con la propia.
Finalmente, toda integración debe tener un objetivo claro, un diseño lo más preciso posible y a su vez simple (a pesar de la complejidad que puede tener) que dicen relación con un modelo de negocio que se quiere consolidar, sustentando el proceso en la trasparencia y la confianza, trabajando las mejores decisiones estratégicas sobre una base argumental y dejando de lado los egos, es decir, atenuando las posturas personales y nutriéndolas con otras visiones.