Tendencias en gestión de litigios para 2026 y el rol de la tecnología

Por Juan Pablo Granda, Director Ejecutivo de LemonTech

La gestión de litigios está viviendo un momento decisivo. Durante años, muchas organizaciones asumieron que este era un proceso inevitablemente reactivo basado en monitorear causas, responder a plazos y administrar documentación de forma manual. Pero hoy ese enfoque ya no es suficiente. La digitalización de los tribunales, la presión regulatoria y el crecimiento de la carga procesal están empujando a las áreas legales a operar con un nivel de precisión y velocidad que antes no era indispensable.

A medida que entramos en 2026, es evidente que la exposición judicial no puede gestionarse con herramientas fragmentadas ni con información dispersa. El riesgo operativo y financiero es mayor, y por eso vemos un cambio claro en cómo las organizaciones están profesionalizando su gestión de litigios con más integración, más datos, más trazabilidad y más tecnología.

La primera tendencia que se consolida es el paso de la reacción a la anticipación. Los equipos legales que hoy están un paso adelante no lo logran porque tengan más horas disponibles, sino porque tienen más visibilidad. Detectan señales tempranas, analizan patrones, identifican jurisdicciones críticas y entienden qué escenarios podrían escalar si no se actúa a tiempo. La ventaja competitiva está en la capacidad de ver antes, no solo en la capacidad de actuar después.

Esto conecta directamente con otra tendencia clave: la integración operativa. La fragmentación (correos, planillas aisladas, reportes manuales) es uno de los principales factores que reduce la eficiencia y aumenta el riesgo. Por eso, muchos equipos están migrando hacia modelos donde toda la información convive en un solo sistema, con flujos consistentes, versiones únicas de la verdad y trazabilidad automática. Este ordenamiento no solo simplifica la gestión, sino que habilita decisiones más rápidas y basadas en evidencia.

La analítica también está ganando un rol central en 2026. Las empresas necesitan entender cuánto cuestan realmente sus litigios, qué áreas concentran mayor exposición, cómo están rindiendo sus estudios jurídicos y qué tendencias procesales pueden influir en el próximo trimestre. Los datos, bien analizados, dejan de ser un registro histórico para transformarse en una herramienta estratégica que mejora la planificación y reduce la incertidumbre.

A esto se suma la incorporación práctica de la inteligencia artificial. Ya no se trata de experimentar, sino de utilizar IA para automatizar tareas complejas, clasificar información con precisión, detectar anomalías y generar reportes inmediatos. La IA no reemplaza el criterio legal, pero sí expande la capacidad del equipo y mejora la calidad del análisis en momentos donde la carga procesal aumenta y los recursos son limitados.

Y, finalmente, aparece un elemento que se vuelve indispensable en 2026: la trazabilidad. En un entorno donde los reguladores exigen mayor evidencia y las organizaciones requieren más control, la trazabilidad deja de ser una buena práctica para convertirse en un estándar. Contar con historiales verificables, auditorías simples y registros completos no es solo cumplir; es proteger a la organización.

Lo que se proyecta para 2026 es claro, la gestión de litigios está evolucionando hacia un modelo más profesional, más integrado y más analítico. Las áreas legales que adopten tecnología no solo serán más eficientes; serán más estratégicas y estarán mejor preparadas para anticipar riesgos y responder con información confiable.

El verdadero desafío ya no es modernizarse. El desafío es no quedarse atrás en un ecosistema judicial que avanza más rápido que nunca.