Carola Cifuentes es Socia de Wink Comunicaciones Legales, Asesoría Comunicacional orientada a construir identidad corporativa legal y a difundir la opinión y el trabajo de estudios de abogados en los medios de prensa nacionales e internacionales con el fin de dar a conocer su reputación y trayectoria.
Para lograr posicionamiento estratégico y reputación de la marca personal y corporativa es clave en el mundo legal valorar habilidades más allá de las académicas.
Dicen que lo que nos diferencia de otros profesionales son nuestras llamadas habilidades “blandas”. Sin mucho glamour, costaría tomarle el peso a este tipo de habilidades, sobre todo a los abogados que les importa el uso del lenguaje y la precisión cuando incluso la RAE define blanda como “que cede fácilmente a la presión del tacto, suave, benigno, apacible. Dicho de una persona: Pusilánime, de carácter débil”. Nadie quiere ser así y menos desarrollarlo.
A pesar de este aura indefinida que envuelve a este tipo de habilidades, no podemos negar que la pasión, el liderazgo, la coherencia, la curiosidad, proactividad, empatía, gestión del tiempo, el compromiso y por sobre todo la confianza, nos hacen ser mejores personas y sin duda mejores profesionales. Y eso es justamente lo que queremos ser en nuestras oficinas, ¿o no? Los mejores. Entonces, frente al vertiginoso crecimiento de la oferta de servicios jurídicos en Chile y el mundo, más el avance de la tecnología legal junto a la inteligencia artificial para la prestación masiva y comoditización de servicios jurídicos, está claro que necesitamos un valor agregado y diferenciado. Tal como lo dice la palabra, un valor. El autor C.S. Lewis lo describe; “el valor no es simplemente una de las virtudes, es el punto de partida de todas las virtudes”.
Reconocer la ventaja competitiva
Entonces uno se pregunta: ¿Cuál es mi valor agregado, mi ventaja competitiva? ¿Qué me diferencia además de mi especialización o área de práctica legal? Como algunos ya las han renombrado antes, usaré el término “habilidades transversales” para referirme a las mal llamadas “habilidades blandas”.
Reflexionando sobre el tema, y en esta oportunidad saltándome las habilidades “fuertes” tales como el título universitario, el codiciado Master of Laws L.L.M., idiomas y experiencia, que sin duda marcan una gran diferencia, creo firmemente que el estilo personal, la relación con los clientes, la suspicacia, la creatividad para buscar soluciones legales, y en definitiva, las habilidades transversales son las que dejan huella en el resto. Que de blandas no tienen nada, todo lo contrario. Nos hacen inmortales, inolvidables para nuestros seres queridos y nos hacen ver como un “crack” referente para las nuevas generaciones.
El mundo académico nos enseña a usar la lógica ante todo, y así olvidamos que la mayoría de las decisiones que tomamos los seres humanos están más vinculadas a las emociones que a la razón. Y gracias a nuestra inteligencia racional podemos fundamentar y defender cualquier decisión que hayamos tomado con nuestra inteligencia emocional sin importar si es buena o mala. Tema que en general el tiempo se ocupa en darnos o no la razón. Humildad, señores. El mundo del saber es maravilloso, pero otra cosa es aplicarlo. Ahí está la gracia. Se trata de integrar aptitudes, conocimientos y valores adquiridos en atributos de nuestra propia personalidad. Si nos preocupamos de desarrollar estas habilidades transversales, con la práctica las vamos a ir adquiriendo, especialmente si se trata de habilidades sociales.
Por mi experiencia como periodista y coach dedicada al mundo legal, veo que los abogados son verdaderos estrategas que evalúan constantemente las distintas variables a las cuales puede verse enfrentado su cliente; minimizan riesgos, anticipan escenarios, aconsejan y buscan la mejor solución a largo plazo. Y eso, sumado a la rigurosidad y conocimientos jurídicos, da un muy buen resultado. Pero cuando de posicionamiento estratégico se trata y quieren comunicar de manera inteligente, persuasiva e innovadora, buscan desarrollar habilidades transversales como la forma de comunicar, la capacidad de relacionamiento, el poder de persuasión, la capacidad de negociación y de transmitir ideas innovadoras que los ayuden a entregarles soluciones sofisticadas a sus clientes, así como a impulsar el crecimiento y reputación del estudio.
Sugiero, ahora en verano, desarrollar estas destrezas y darles la importancia que merecen. Sin duda, ellas ayudarán a que los clientes se sientan cómodos, comprendidos y partícipes del camino y las soluciones propuestas por ustedes, sus abogados.
Disfrutar del ocio, estimular el pensamiento crítico y enfocarse en ser profesionales íntegros en todos los planos suena a un buen plan. Primero está el ser, luego el hacer. Y recordar que el buen sentido del humor es una habilidad esencial para afrontar la adversidad. En concreto, démonos el tiempo para valorar las actividades de este año que nos permitirán relacionarnos, refrescar nuestra mente y entender que para que el servicio legal que ofrecemos sea un buen negocio, primero tenemos que ser buenas personas y desarrollar las habilidades que nos falten. ¿Cómo? Con ganas, perseverancia y buena asesoría, como en todo.
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