Post invitado a cargo del equipo de Legaltechies
Contents
¿Cuál es el modelo adecuado de abogado?
Hasta al menos la década del año 2000, el buen abogado era el que sabía mucho de leyes y jurisprudencia. Eso es lo que históricamente la abogacía ha entendido como el profesional legal que tiene “forma de I” (una i mayúscula). Es decir, el modelo centrado casi exclusivamente en un individuo que domina los conocimientos y habilidades legales tradicionales: la ley y poco más.
Si bien ese modelo sigue imperando en general, tras la crisis financiera de 2007 y con la aparición de las nuevas tecnologías legales o Legaltech, las cosas empezaron a cambiar. Los clientes demandaban cada vez más que sus abogados utilizaran herramientas tecnológicas y mejoraran sus procesos para dar un salto de calidad en la prestación de sus servicios legales. Nacía así el abogado “en forma de T”, un término acuñado por Amani Smathers en 2014.
El abogado en forma de T incluía conocimientos, habilidades y actitudes adicionales al abogado en forma de I. De ese modo, mientras la vertical de la “T” reflejaba las habilidades legales y los conocimientos tradicionales adquiridos en la facultad de Derecho, la parte horizontal de la “T” reflejaba las áreas de tecnología y cambios en el flujo de trabajo que ahora también formaban parte del trabajo legal. Ese abogado en forma de T ya no implicaba saber solo de leyes, también hacía falta conocimiento y competencias en el Design Thinking, el análisis de datos, la tecnología, la gestión de proyectos o el uso de herramientas comerciales.
En esa década, el modelo de “abogado en T” ganó mucho protagonismo, hasta el punto de considerarlo como el único modelo válido al modelo tradicional (al menos en determinados tipos de abogacía). Sin embargo, el modelo en T todavía no cumplía con dos desafíos comunes:
- Los clientes querían una mejor gestión de las relaciones personales
- Era un modelo que no permitía medir empíricamente esas cualidades
La cuestión es que esos dos modelos ponían de manifiesto que saber sobre leyes y tecnología no era lo único necesario para una buena prestación de servicios legales, ya que tanto el modelo I como el T estaban olvidando la inteligencia emocional de los abogados, el lado humano de la abogacía. Si a eso unimos que en la comercialización de servicios legales el centro de poder se desplaza cada vez más hacia los compradores de servicios legales, los clientes, y que por tanto saber relacionarse con ellos es más básico que nunca, surge la necesidad de un modelo que refleje esa vertiente.
Nace así en 2018 en modelo de abogado Delta. Creado inicialmente por Alyson Carrel, Natalie Runyon, Jordan Galvin, Shellie Reid y Jesse Bowman, el modelo Delta es un nuevo modelo de competencia para el profesional legal del siglo XXI. El mismo consta de tres áreas de competencia cruciales para el éxito del profesional legal actual: Derecho, Negocios y Operaciones y Habilidades Personales.
Este modelo reconoce que los abogados del siglo XXI deben comenzar con una base de conocimientos y habilidades legales profundas. A su vez, los abogados también deben comprender el impacto de la tecnología en el negocio de sus clientes, así como su propia prestación de servicios legales, apreciando el poder de los datos, la tecnología y la mejora de procesos. Ahora bien, en un entorno cada vez más tecnológico, los abogados también deben abarcar la inteligencia emocional y las habilidades de comunicación para trabajar eficazmente con los clientes.
De eso trata el modelo Delta.
¿Qué incluye cada área del modelo Delta?
Respecto al Derecho (The Practice), no hay duda que se refiere al tradicional conocimiento jurídico, haciendo hincapié en la necesidad de saber escribir, saber documentar, saber analizar un problema desde una perspectiva jurídica y conocer en detalle la materia de estudio.
El área de Negocios y Operaciones (The Process) requiere que el abogado sepa sobre los aspectos fundamentales del negocio, la gestión de proyectos y tareas, la creación y manejo de flujos de trabajo, entender la tecnología disponible y saber cuándo usarla y finalmente disponer de una mínima habilidad sobre el manejo de datos.
Por su parte, la gestión efectiva de las Habilidades Personales (The People) implica una mentalidad emprendedora, siendo proactivo y no reactivo a la solución de los problemas legales, disponer de inteligencia emocional que permita controlar las emociones propias y empatizar con las de los demás, saber comunicar y conocer la audiencia a la que uno se dirige y finalmente tener capacidad para la gestión de las relaciones con los miembros del equipo y los clientes.
Llegados a este punto, ¿cómo cultivar ese perfil Delta en un entorno Legaltech? Es decir, si entendemos el concepto de Legaltech como el uso de tecnología para comercializar o prestar servicios legales de una forma más eficiente, productiva y económica, podemos intuir que trabajar el conocimiento en materia Legaltech puede también ayudar en diferentes vertientes del modelo Delta.
Por ejemplo, los abogados interesados en aprender a programar, o conocer los componentes básicos de la programación, puede mejorar sus habilidades en Negocios y Operaciones, concretamente a la hora de entender la tecnología disponible y cómo usarla. De hecho, pueden incluso mejorar su gestión de tareas y proyectos dadas las particularidades del mundo de la programación.
Todo ello sin olvidar que el uso regular de tecnología y software para abogados como TimeBillingX o CaseTracking favorece conocer los aspectos propios del negocio o disponer de un mejor manejo de los flujos de trabajo.
Por otro lado, los abogados interesados en mejorar sus conocimientos en Derecho, especialmente en cuestiones jurídicas relacionadas con la tecnología, pueden perfeccionar sus competencias a través de muchos de los cursos y másters (tanto online como presenciales) que ofrecen formación en Legaltech y Derecho de Internet simultáneamente, profundizando así en la materia.
Finalmente, incluso los profesionales interesados en mejorar el área de Habilidades Personales encontrarán numerosos recursos útiles desde el sector Legaltech, ya que muchos de los libros y obras que analizan esta materia también estudian la perspectiva relativa a la innovación legal, y en ella tienen cabida nuevos modelos de negocio, la prestación más eficiente de servicios legales y la importancia capital del cliente en todo ese proceso, conocimiento que por ejemplo puede impulsar habilidades como la mentalidad emprendedora del profesional.
En conclusión
El profesional legal actual requiere algo más que saber de leyes. La tecnología es un extra importante, pero no es el único, como pone de manifiesto el modelo Delta. Pero sí es cierto que desde el entorno tecnológico legal se pueden alcanzar otras habilidades y competencias que redondean y complementan el perfil del abogado.
Un perfil que la mayoría de facultades de Derecho siguen cultivando mayormente en su vertiente jurídica, aunque luego el mercado y la realidad, y ya no digamos en esta nueva década marcada por la pandemia que nos tocará vivir, ponen de manifiesto que el mismo se queda muy corto.
No hay comentarios
Todavía no hay ningún comentario en esta entrada.
Deja un comentario